La revolucionaria del feminismo en Brasil
Jussara Porto / Teresa Cristina Cardoso
CARMEN DA SILVA
La revolucionaria del feminismo en Brasil
Entrevista traducida al castellano por Jesús García
Miembro efectivo y honorario de todos los movimientos feministas brasileños, la periodista y escritora Carmen da Silva, 64 años, dice que todo su conocimiento lo adquirió “partiéndose la cara”. La teoría vino después, confiesa. Constantemente requerida por los integrantes de los movimientos feministas, presta su experiencia de 20 años de dedicación a las inquietudes femeninas (con su trabajo en la revista Claudia, firmando la columna El Arte de Ser Mujer) a esta causa que ella asegura se trata de “una revolución”. Aquí ella expone su pensamiento y su vivencia –como mujer, periodista y militante– en busca de una renovación en el campo de las relaciones humanas.
Revista ZH: ¿Cómo fue que usted pasó a dedicarse al feminismo? ¿Enfrentó muchos prejuicios en aquella época?
Carmen da Silva: La verdad es que el feminismo era muy limitado, ya que la época no permitió a reivindicaciones muy amplias. Y era una cosa de la alta burguesía, porque en aquella época las únicas mujeres que podían hablar o reivindicar alguna cosa eran las de clase alta. Al principio, el movimiento fue silenciado, y sólo retomado de un cierto modo a través de la revista Claudia, hace 21 años, cuando comencé a hacer la predicación feminista. Al principio, no le puse etiqueta porque provocaría resistencias muy grandes. Era una época en que las mujeres saltaban si alguien les decía que eran feministas. Yo tenía que ir despacio para no despertar anticuerpos. Mis mayores dificultades fueron conmigo misma, porque me sentía oprimida por la familia, por la sociedad, por el ambiente en que vivía. Me costaba mucho esfuerzo dar los primeros pasos. Comencé tímidamente, fui partiéndome la cara y notando que se recomponía siempre. Fui adquiriendo coraje y creyendo en mi capacidad de recuperarme. Entonces, pasó el susto.
ZH: ¿Y la columna “El Arte de Ser Mujer” en la revista Claudia fue una iniciativa suya?
CS: Cuando solicité trabajar en la revista, no tenía artículos publicados en Brasil, y sí en Argentina. Algunos de ellos estaban dedicados a la mujer, como “El Modo en que la Mujer se Integra en el Mundo” o “La Participación de la Mujer en la Sociedad”. La revista dio tres saltos porque era lo que ellos querían, pero ya tenían en el archivo una carpeta llamada “El Arte de Ser Mujer”, un título sentimental. Entonces, pregunté si me iban a dar la tribuna, si me iban a dejar decir lo que quería. Y, realmente, en este sentido ellos me apoyaron mucho y siempre escribí lo que me pareció.
ZH: Más recientemente, ha publicado “Historias Híbridas de Una Respetable Señora”. ¿De qué trata el libro?
CS: Es una mezcla de relatos y reflexiones, memorias y cotilleos, míos y ajenos. Además, también es una elaboración intelectual sobre las experiencias vividas. El nombre es ese porque después de que la gente llega a una cierta edad, o es respetable señora o no existe. No encontré en el diccionario otra definición para una mujer de mi edad. O eres respetada o estás fuera. El título es también una broma a mí misma. Yo tenía ganas de escribir mis experiencias: memorias bajo el ángulo feminista. Ocurre que cuando una comienza a pensar en la situación de la mujer, en su opresión, sale tanta desgracia y la cosa toma el tono miserable. Creo que ese tono ya cansa. La rabia, la frustración, la reivindicación, el lamento, ya son etapas superadas en el feminismo. Eso ya los descubrimos. Nos permitió descubrir esa cosa bonita que es la solidaridad de ser mujer, perspectivas nuevas no sólo para nosotras, mujeres, sino también para la humanidad entera. El feminismo no busca sólo mudar la situación de la mujer, sino de toda la sociedad. Pensé, también, que una persona al llegar a mi edad, 64 años, tenía derecho a mirar para atrás y reír un poco de sí misma. Aquellas cosas que la gente dice, aquellas pasiones frenéticas, aquellas desesperaciones, aquella preocupación, si telefoneó o no, o va a telefonear y no sé qué. ¡Ay, Dios mío, llega un día en que es hora de reír de todo eso! Entonces hice mis memorias feministas humorísticas. Este es mi quinto libro.
ZH: Usted mantiene un contacto con las mujeres de todo el País a través de su columna. ¿Son muchas cartas? Y a través de ellas, ¿puede hablar un poco sobre la situación de la brasileña de hoy?
CS: No se puede hablar de la mujer brasileña de una manera general, porque existe una diferencia muy grande entre las cartas que recibo de chicas de clase media urbana intelectualizada, universitaria y profesional y de la mujer del interior o de clase media baja o de poca instrucción. Recibo de 100 a 300 cartas por mes. Lo que me asusta un poco es ver a las jóvenes, independientemente del nivel social y de instrucción, todas con el mismo tipo de grilletes. Independientemente del tipo de padres –sean estos más permisivos, comprensivos, tiranos, de nivel alto o bajo– ellas continúan viviendo aquellas mismas restricciones de las chicas del pasado. Quiero decir: no toman la iniciativa para aproximarse a los chicos, para demostrar que les gustan. En el momento en que un hombre se torna especial repiten todas las represiones de mi generación. Y hay otra cosa: la obligación de follar. El tabú sexual se volvió un contratabú y ellas no saben nada de sexo, no tienen noción de cómo evitar un embarazo. Acaban follando porque todo el mundo folla. Un programa de educación sexual tendría que ser muy cuidado, porque no sirve de nada enseñar fisiología, o mecanismos del sexo, cuando no se transmite la vivencia de la naturalidad, espontaneidad en las relaciones entre las personas.
ZH: ¿Qué cambió en estas dos décadas de movimiento feminista?
CS: Lo que cambió en estos últimos 20 años fue la consciencia de las mujeres en general sobre su situación, su condición de oprimidas. Y eso con mucha dificultad porque muchas de ellas ya estructuraron sus vidas en función de su papel tradicional. Una mujer, por más intelectualizada que sea, de 30 a 35 años, casada con hijos, cuando se casó, hace 15 años, aceptó una serie de parámetros. Y si ella ya no los quiere, va a tener que volcar la mesa. ¿Hasta qué punto ella puede volcar la mesa de su propia situación, sin comprometer todo lo que emocionalmente aún es grato, querido y necesario? Las mujeres están viviendo un momento difícil, pero al mismo tiempo muy rico. Están buscando su identidad. Se oyen muchas quejas de las mujeres, de que se están sintiendo muy solitarias, porque la mujer hace siglos que es solitaria. El hombre es criado en un mundo y la mujer en otro. Dos mundos separados y, además, uno de ellos desprecia al otro, considera que el otro es inferior. Hábitos diferentes, visiones del mundo diferentes, papeles diferentes, y, de repente, se juntan los dos y dicen: id a vivir juntos y ser felices. Claro que es una soledad tremenda. No puede haber comunicación. Sólo dos lenguajes. Antes, las mujeres creían que no podían aspirar a nada mejor que eso. Cuando comenzaron a quejarse de la soledad, es porque se han dado cuenta de que tienen derecho a aspirar a más.
ZH: ¿Cómo se ubica al hombre dentro del movimiento feminista?
CS: Como dice Fernando Gabeira, ellos fueron los primeros en reaccionar porque tienen un nivel de insatisfacción mayor. No son los privilegiados los que van a volcar la mesa, los que van a querer modificar la situación. Es el que sufre con los privilegios del otro. El hombre está en esta lucha en la medida en que el feminismo no trata sólo de modificar a la mujer, sino la sociedad.
ZH: Comenzando por la educación de los hijos, ¿no?
CS: Antes incluso de que nazcan. Es el ejemplo dentro de casa, la conveniencia de la pareja. La madre sólo transmite los valores que la sociedad (o el padre) quiere transmitir a los hijos. Lo necesario es modificar la sociedad, pues es eso lo que va a ter un nuevo sistema de educación. Estoy cansada de conocer hombres que incluso se dicen feministas, son extremadamente liberales, comprensivos, pero dentro de casa son unos machos, fascistas. También conozco innúmeros hombres inteligentes, instruidos, que están siempre dispuestos a apoyar las reivindicaciones de las mujeres por la , igualdad salarial, guarderías (al final, es necesaria una estructura social para el atendimiento de los hijos), peor no el derecho a la propia identidad. Es sólo decir: “Yo soy yo, cuando discrepo de ti no es para agredirte, ni para humillarte. Es porque pienso diferente. Escucha mi pensamiento, debate conmigo”. Pero eso en un plano de igualdad. Ahí no da. Quiero decir, los hombres son muy feministas mientras nuestro feminismo concuerda con el suyo.
ZH: Existe también aquella necesidad inconsciente de la mujer de tener un dueño.
CS: Ocurre que no es la mujer la que tiene necesidad de ser protegida, cuidada. Freud ya descubrió, y ya es lugar común, que todo ser humano que no consiguió una gran seguridad emocional (lo cual es muy difícil en la educación tradicional) pasa la vida en busca de la madre. Entonces, la mujer no tiene necesidad de un hombre que cuide de ella: tiene necesidad de una madre para mamar. Ahora, el hombre que llega a casa, se sienta y dice: “Fulana, café. ¿Está lista la cena?”, también está queriendo mamar. No es sólo la mujer la que necesita ser apoyada, el hombre también. Existen seres humanos carentes de una seguridad emocional, de la madre, del útero materno, de una envoltura, de no necesitar hacer esfuerzo para respirar, porque el aire entra. Pero está aquella cosa cultural de que las mujeres necesitan un hombre para tomar cuenta de sí mismas: las mujeres fueron condicionadas a eso. Aunque estas palabras no hayan sido pronunciadas nunca, hay en casa un padre que se apropia de la madre. Y hay una madre que dice: “¡Cuando tu padre lo vea, verás!” Entonces, quien que toma cuenta siempre, el gran responsable, es el padre, el hombre. Eso se justificaba más o menos cuando el hombre era proveedor económico. Ahora ya no lo es, está dividido. Cuando no es unilateral y la mujer toma cuenta de todo.
ZH: La cuestión del aborto ha movilizado a algunas mujeres conocidas de la sociedad brasileña. ¿Cuál es su posición?
CS: Estamos cansados de saber que, hoy, hay entre tres y cuatro millones de abortos clandestinos por año en Brasil. Pero nadie desea el aborto, del mismo modo que nadie desea hacer una cirugía. Una persona que necesita una cirugía y no tiene otro medio de evitar un problema, sino a través de ella, no debe ser impedida de hacerla. La verdad es que no quieren reconocer la autonomía de la mujer sobre su propio cuerpo. Aquel negocio de que el óvulo fecundado es vida, es una bobada: es una posibilidad de vida. Ahora, se sacrifica una vida real que es la de la mujer, por una vida potencial. Brasil es un país gracioso donde hay total indiferencia gubernamental por los millones de niños que mueren de hambre y desnutrición. Es la total falta de respeto por la vida de los niños hambrientos, abandonados, sin hogar, instrucción, atendimiento médico, cariño, y la absoluta reverencia por la vida potencial, por el zigoto, por el óvulo que ya encontró el espermatozoide. Es un absurdo total, una hipocresía estremecedora.
ZH: Usted nunca quiso tener hijos. ¿Por qué esta opción?
CS: Soy una persona de poco instinto maternal. Siempre pensé que por lo menos dentro de nuestra estructura actual, y sobretodo dentro de la estructura que viví cuando era joven, la maternidad era una verdadera jaula, una cosa que encerraba a la mujer. Y toda la parte de gratificación, de placer de la maternidad, estaba muy sofocada por la parte del compromiso, el deber, la obligación, el sacrificio, la abnegación, todo aquello que se exigía de las madres. Y yo dije no: “No es esta mi verdad”. Pero reconozco las profundas gratificaciones que la maternidad puede traer a la mujer, especialmente hoy, que ellas están más capacitadas para entenderla más como una realización y no como sacrificio.
ZH: ¿Puede citar algunas victorias concretas en esta lucha por una condición de igualdad entre hombres y mujeres?
CS: Son 20 años de lucha, diez de los cuales estuve sola. Pero estos 20 años, en términos históricos, no significan nada. Se trata de una revolución: queremos cambiar las relaciones humanas, de producción, también en el campo de los bebés, de los mayores, de la cama. En estas cosas, haya o no victorias concretas a registrar, en un período corto, el asunto es ir yendo. Es el trabajo de la hormiga. Es agua blanda en piedra dura.